lunes, 26 de abril de 2010

EL CABALLO


Alejandro Magno hizo mucho uso de la caballería en el siglo IV a.C. e inmortalizó a su caballo Bucéfalo, en cuyo honor levantó la ciudad de Bucefalia. Los romanos emplearon con profusión el caballo dada la amplitud de su Imperio, tanto para tiro de carros y cuadrigas, como para la caballería ligera en las batallas. Muchos de sus jinetes los reclutaron en Siria, Arabia y el Norte de África y empleaban especialmente caballos árabes para las fuerzas que situaban en las alas de sus ejércitos. En el año 53 a.C., los romanos fueron derrotados por los partos, quienes disparaban sus flechas girados en la silla de montar. El huno Atila, el inventor en el siglo VIII del estribo, usaba caballos tan fuertes que podían soportar el peso de un jinete cubierto por una recia armadura de hierro. Es el momento de la aparición de los rapidísimos caballos criados en Medio Oriente y Asia Menor para los sultanes otomanos, los emperadores de China, los príncipes mongoles y los grandes señores tártaros de la guerra. Durante las Cruzadas, la ventaja de este tipo de caballos sobre los poderosísimos caballos usados por las fuerzas cristianas fue indudable. Imprescindibles fueron los caballos para las órdenes militares en las que a los caballeros montados acompañaban, pie a tierra, los escuderos. Y decisivos fueron en el siglo XI, en las incursiones de Gengis Kan, quien creó el correo mongol a caballos, y en las victorias de Tamerlán el Grande, quien llegó a disponer de más de 100.000 jinetes, o en las guerras de Renacimiento, cuando el rey Enrique VIII de Inglaterra presumía de poseer los mejores caballos del mundo hasta que Francisco I de Francia le demostró que eran más eficaces los caballos galos.

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