miércoles, 22 de julio de 2009

150 AÑOS GALOPANDO (continuación)


También se dice que había "tongos", sobre todo se habla de aquel Gran Premio del Medio Millón, en el que se cuenta que el preparador De Neutier, obligó a que se retrasará la carrera para rastrillar la pista de arena, lo que, junto con el retraso habido por el atasco para llegar al hipódromo, hizo que la carrera empezara casi una hora más tarde y ello cogió desprevenidos a los otros preparadores, pasándose los efectos de las posibles "ayudas" administradas a sus caballos, mientras que con Ruban se esperó lo justo y corrió con mayor opción. Eran tiempos en que el dóping no estaba tan mal visto y desde luego no existían los controles de hoy. Se dijo por parte del preparador de la yegua Sandover, que hubiera ganado ésta, pero llegó cuarta.
Otro de los que más y mejor ganó fue toribio (1922), 26 veces primero, prefiriendo siempre la pista de San Sebastián. Además, hay que citarle por haber sido el padre de la gran madre Aya, de la que volveremos a hablar, y porque sus machos se dedicaron a padrear cruzados. Toribio, junto con Apa Noy (1923), fueron lo mejor de Brunor (1914), quien tubo una falsa fama acrecentada por la curiosidad de haber vuelto a la pista tras casi cinco años en el haras y tener que competir contra sus propios hijos que, por cierto, le batieron varias veces (Pinocho y Teddy Bear).
Dentro de las hembras hay una en especial, llamada Atlantida (1926) - la torda voladora - era una autentica máquina galopadora. Fea, como ella, sola en reposo; pero armoniosa y asombrosa cuando en cuatro trancos, arrancaba desde muy atrás, para obtener la victoria. Su madre Augusta (1914), una castaña lucero, fue enviada a Francia para ser cubierta por el tordo Filibert de Savoie y regresó a España para dar a luz a Atlantida. Tenía ésta un estrella prolongada sobre el ollar derecho y a medida que iba creciendo, iba tomando un aspecto fantasmal. Obtuvo 27 victorias y 13 colocaciones de 40 salidas, y eso que, a veces, para evitar recargos, dejó ganar a sus compañeras de cuadra, Port Ettiene, Frascati o Montecasino, e incluso se quedó en el box para que Colindres pudiera obtener su tercera victoria consecutiva en el Gran Premio de Madrid. Lástima de su fallo en aquel su primer Gran Premio, por una cabeza frente Jativa, pues podría haber ganado hasta cuatro veces la gran prueba que sólo consiguió, en definitiva, a cinco y seis años. También los franceses contemplaron su final escalofriante en el Gran Prix de Biarritz, tras haber ido descolgada como de costumbre. Le cogió la Guerra Civil y murió prematuramente en 1940; no obstante dió a Adriatica (1936), otra torda, que aunque no tuvo más remedio que debutar a cuatro años, aún ganaría nueve carreras.

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