lunes, 8 de marzo de 2010

HISTORIA DE UNA PASIÓN


A estas alturas, resulta innecesario decir que los caballos criados en Roma, con total garantía sobre su origen, considerados "puros", no tenían más fin que el de las competencias hípicas.
Es tan evidente el vínculo entre el purasangre y la civilización, en su concepto más elevado, que, cuando Roma fue abatida por la dureza de los pueblos bárbaros para desembocar en la negra noche cultural de la Edad Media, las tinieblas se proyectaron sobre el caballo, no sólo destruyendo hipódromos, centros y formas de cría, sino, lo que es mucho más grave, conduciéndolo todo al olvido.
El proceso de su renacimiento no es menos interesante, pero sí más transitado, y repasarlo sólo serviría para abundar sobre la tenacidad con que el ser humano ha sostenido, a través del tiempo, su apasionado idilio con el caballo.
A modo de epílogo hay que añadir que, claro está, cabrían sobre el tema muchas matizaciones sobre aspectos menos luminosos, entre otros, el de la libertad como bien supremo, negada por definición en la cría selectiva, pero, puesto que el mismo ser humano tiene graves problemas para encontrar el camino de su propia libertad, tanto colectiva como individualmente, quizá eso no terminaría por ser sino una muestra más de correspondencia.

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