lunes, 18 de enero de 2010

HISTORIA DE UNA PASIÓN


Hay en una carrera de caballos algo hipnótico, una cierta clase de comunión entre el espectador y los protagonistas del espectáculo, manifestada con claridad en los gritos de ánimo, que va más allá de mero hecho de las apuestas - está abierta la encuesta para averiguar cuántos no se han sorprendido alguna vez a sí mismos animando en contra de sus intereses -. Quizá el origen de esa corriente magnética que todo aficionado conoce bien, haya que buscarlo en los indefinibles y sutiles lazos que se crean entre jinete y cabalgadura: así el grito vendría a ser una ruptura de tensión entre la pasividad y la íntima pretensión de participar, un intento de sustituir o ayudar al jockey, en suma, una proyección en él. Parece, la celebración de aniversarios que este año va a ocupar a nuestro hipódromo, un momento oportuno para hacer una reflexión sobre la historia de la curiosa relación entre el ser humano y el caballo.

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