En carroza abierta
hasta aqui he llegado,
y en la misma puerta
me grito un soldado:
¡Eh!, ¡Eh!
viejecita que vas al sarao,
no debes entrar,
esa plaza ruinosa ya nadie
la quiere tomar.
Yo le dije: Esta plaza fue fuerte,
y amor la sitió,
y a los juegos de ardientes miradas
y amantes suspiros
al fin se rindió.
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